¿Qué día de la semana fue 27 de Febrero de 1812…?
¿Estuvo nublada o soleada ésa tarde…?
¿Cómo era Rosario cuando aún no era Rosario…?
¿Estaría fresquito? ¿habría mosquitos…?
¡… Oh, cuanta alegría sentirá Rivadavia al enterarse!
Aún no existían por aquí:
“… el Monumento a la Bandera ni las estatuas de Lola Mora, el puerto o la estación fluvial; tampoco colectividades, el Parque Nacional a la bandera o el Pasaje Juramento.
Tampoco el Concejo Deliberante ni el edificio de Canal 5 tv; ni vendedores de panchos y pororó y mucho menos: la Avenida “Belgrano”. Sólo había barrancas, un pequeño caserío de apenas 131 casas y una Capilla en aquella incipiente Villa del Rosario”
Falta poco para las seis de la tarde. El sol aprieta:
» – ¿Habrá terminado de coser la bandera doña María Catalina? -piensa el General-
– ¡Avísenle que hoy es 27 de Febrero de 1812…! –exclama- ¡la mostraremos en la tapa del Billiken!
La bandera estaba terminada tal cual él la imaginó. Doña Catalina Echevarría de Vidal, hermana de Vicente Anastasio de Echevarría -amigo del Manu y quien lo hospeda en su casa camino al norte- había cumplido cosiendo ese paño azul celeste y blanco.
Belgrano recorre una y otra vez las barrancas del rio Paraná, ansioso, emocionado; y seguramente imaginando la alegría del Triunvirato al recibir la noticia:
»Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanco y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia.»
La izará el rosarino Cosme Maciel y no sabe aún que sin sacarse un 10 en la libreta, será el primer abanderado.
Ya son las seis de la tarde, Belgrano apura el paso. Frente a sus baterías ya formadas las mira con orgullo y toma juramento a su tropa que no mediría seguramente el peso determinante de ese acto frente al Monumento de hoy que los recordará para siempre.
Y allí se enarboló de una vez y para siempre frente a ambas baterías -independencia y libertad, nada menos- la bandera azul celeste y blanca.
No le quedó tiempo para festejar. Partiría velozmente hacia el norte de las no aún “¿Provincias Unidas?” Del Rio de la plata.
Atrás dejaba el Pago de los Arroyos, la »ilustre y fiel Villa”, que luego y para abreviar, la llamarían Rosario. Ciudad qué gracias a él, tendrá el orgullo de convertirse en Cuna de la Bandera.
Sería para siempre desde 1812, Cuna de aquel: »Sueño de una tarde de Belgrano».
Y reiteradas veces nos preguntamos:
– ¿Dónde estará ese Manu Belgrano?
Nuestros escasos y elementales conocimientos dicen que está en libros de tapa dura, en especializadas revistas de historia y en billetes que se devalúan… Él no se devalúa: nunca!
También, aseguran que está en alusivas pinturas y dibujos de grandes pintores; en ocasiones pensando, en otras, enarbolando. En otras escribiendo y en otras rodeado por un Cabildo y Congreso de 1816 que aún lo extrañan.
Que está en páginas relevantes de plumas que agigantan su figura.
En bajorrelieves en los mármoles del Monumento que rememora su creación.
Que su espíritu se encuentra en dos baterías que suenan y resuenan con dos ritmos contagiosos llamados Libertad e Independencia.
Se señala también que está al frente de ejércitos derrotados y victoriosos.
Que se encuentra en el nombre de calles importantes del país, bibliotecas, escuelas, estatuas ecuestres, en canciones y serias glosas.
A pesar de la escasez de nuestros conocimientos entendemos que lo señalado, es cierto.
Pero también nos pareció verlo entrando a una escuela para oír esperanzado lo que sienten y opinan los alumnos de su tiempo…
Hasta reflejado en los ojos de un pibe que en clase no supo de fechas precisas pero que sí lo había dibujado y pintado en su cuaderno y era la única página que cuidaba de no hacerle orejeras. En ese conservado viejo cuaderno que hoy le muestra con orgullo a su hijo; y éste, le muestra el suyo a su abuelo; un viejo que de chico, tal vez, pintó una bandera con otros colores pero se enorgullece de compartir el presente y futuro con su nieto…
Al Manu lo imaginamos pleno de orgullo y esperanzas el 27 de Febrero de 1812. Quizá, también llorando de impotencia al leer, en Jujuy, la carta que el Triunvirato le envió y él recibe tardíamente; aquella en la que lo retaban por la travesura del 27 de Febrero y le ordenaban desde Buenos Aires que disimulara y ocultara la nueva bandera… y el promete deshacerse de ella hasta que no queden ni rastros. Pocas cartas de la historia han sido tan dolorosas de leer, y mas aún, escribirla.
¿Cómo te lo imaginás leyendo esa misiva?
Su dolido corazón le dictaría a su pluma, lo siguiente:
»La bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella… sin necesidad de que aquella se note por persona alguna, pues si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército, y como éste está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con lo que se les presente.»
La historia dirá que lo que se realiza con amor y coraje vence al tiempo y a las órdenes proclamadas desde el miedo.
Muy pocos recuerdan los nombres de los hombres que componían aquel Triunvirato. En cambio, vos sabés muy bien quién fue el Manu Belgrano. Es ese mismo que cada mañana toma a tu hijo de la mano para recorrer los patios de las escuelas, las fábricas de sueños y las calles de la patria: la que él enarboló con su vida y tu hijo la dibuja con ternura infinita en la piel de su alma y la comparte con la hermandad que une e iguala.
Manu, vos la creaste un 27 de febrero de 1812; 200 años después, los pibes del pueblo no solo no la deshicieron sino que volvieron a coserla conforme a los colores de sus propios sueños…
y ojalá, al de los tuyos.
Alta en el cielo 2003 / Argentina
Monumento Emocional la Bandera