En 1999 promovimos
una corriente esperanzada
entre tanto vacío
y desmembramiento
del tejido social.
Argentina iba rumbo al 2001
y aún no lo sabía.
Nosotros tampoco.
A pesar de ello
o quizá por esa razón,
pusimos proa hacia
el sol del horizonte
con dos velas azul celeste
y una blanca.
Esta barca no tiene capitán
y no tiene almirante;
todos somos a la vez
pasajeros y tripulantes:
todos.
La brújula está
en las manos de un pibe
y con un dedito
nos señala el camino.
Algunos navegantes
solo mirarán su dedo;
otros,
identificarán su señal.
Y allá fuimos,
puerto por puerto,
casa por casa,
escuela por escuela,
fábrica por fábrica
subiendo a la gente.
El viaje es largo,
¡muy largo!
tanto,
como tu esperanza y
esta bandera.
alta en el cielo